viernes, 20 de enero de 2012

EL MODELO DE SUJETO QUE PROMUEVE EL CAPITALISMO A TRAVÉS DE LA INSTITUCIÓN EDUCATIVA MEXICANA

En este texto expongo una postura política, económica y social debido a que considero que la objetividad en los ensayos de investigación es sólo un supuesto, ya que por más pretensión de alejarse de una posición, no es posible, y no es posible porque no somos objetos, somos sujetos, que poseemos subjetividad y por tanto una postura del mundo. Ello no significa la ausencia de argumentos que avalen lo dicho. Asimismo, me niego a enmarcarme en ciertas categorías conceptuales que obligan a producir textos con un tipo de forma y estructura que obedecen a una sola lógica de pensamiento. Este trabajo contempla una estructura que no ostenta un riguroso trabajo sintáctico, debido a que en ciertas ocasiones la elaboración de trabajos perfectamente estructurados impide enunciar dichos o palabras que son esenciales para la comprensión del tema que se pretende analizar.
Para hablar del arquetipo de sujeto que la educación pretende inspirar en los jóvenes, es necesario comprender el contexto político, económico y social que lo envuelven. En el presente ensayo itento hacer un análisis acerca del sistema capitalista y su estrecha relación con la educación. El objetivo es mostrar cómo la institución educativa ejerce un papel esencial para la formación de sujetos sujetados al sistema neoliberal.
La globalización es un concepto originado en la sociedad occidental a mediados del siglo XX, concepto que da nombre a la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo que unifican sus mercados, sociedades y culturas por medio de un sistema que ha sabido mantenerse en el status quo, el capitalismo. Pero para poder entender con mayor profundidad cómo el capitalismo ha originado una especie de “aldea global” (McLuhan, 1989), donde las sociedades capitalistas se fusionan, dando como resultado la cultura occidental, es menester dar cuenta de las características del sistema.
El capitalismo, como su misma etimología lo acredita, tiene por base fundamental el capital, siendo éste el medio de transacción en una economía del mercado. El capital representa la piedra angular de nuestro sistema económico político y social, ya que la función del capital es el uso que se le da para la obtención de la propiedad privada de los medios de producción. En este sentido, el discurso del capitalismo pregona la “libertad del mercado”, ya que según los defensores de éste sistema, todos somos libres de competir dentro de la economía global, mientras se cuente con el capital necesario.
De esta manera, las sociedades capitalistas entran en el juego del “libre mercado”, dando como resultado un mundo globalizado. Sin embargo, la dinámica del sistema capitalista se encuentra lejos de ser una libre y equitativa competencia, ya que son sólo las potencias mundiales las que invaden las economías de todas las sociedades occidentales imponiendo formas de producción y de consumo. Eduardo Galeano precisa: “Éste es un sistema que fractura todo lo que toca, que lo rompe en pedazos, y que nos enseña que se vive para tener, y que se vive para trabajar, en lugar de vivir para ser” (2005). Por ello, los países subdesarrollados como México se encuentran supeditados a las leyes que dicta el mercado, apresados a la dictadura de las grandes potencias.
La globalización se expande de manera vertiginosa por todo nuestro planeta, consumiendo ecosistemas, consumiendo culturas, consumiendo vidas. Pero sin duda, la globalización desata un fenómeno estremecedor, la cosificación del sujeto. El ser en esta sociedad se convierte en producto, en un producto que produce, que se vende y que se consume. Ahora el sujeto lleva por nombre, capital humano. Éste término planteado por los teóricos de la economía de la década de los años 60 y posteriores, refiere a la cantidad y calidad de la productividad que puede tener una empresa en relación a las capacidades, habilidades y destrezas que posee el personal que labora en dicha institución (www.economia48.com). Es decir, mientras mayor capacitación para el trabajo tenga el sujeto, mayor será su capacidad productiva y mayores serán las riquezas que acumule la empresa. Así, el sujeto negocia sus conocimientos y experiencias para ponerlas a la venta.
El sujeto en las sociedades neoliberales se reduce al estado de materia, a un producto que necesita ser pulido para que pueda entrar al “libre mercado”. Para llevar a cabo dicha hazaña, es necesaria una institución educativa que sea capaz de formar “seres empleables”, de preparar sujetos que asuman el estatus quo y lo reproduzcan. Por ello, no es extraño que el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la UNESCO, la OCDE entre otras instituciones se preocupen por la educación del mundo, enuncien discursos seductores referentes al progreso en materia de educación e impongan modelos educativos bajo estrictos condicionamientos a los pueblos subdesarrollados prometiendo la garantía de un futuro equitativo. Así se plantea el nuevo enfoque educativo por competencias, que tiene sus orígenes en el sector empresarial.
La política educativa que difunde el Banco Mundial para México está enfocada al desarrollo de habilidades por competencias. Las recomendaciones que notifica dicha organización hacen referencia a la mejora en la calidad, la eficiencia y la competitividad, puesto que “la economía global del conocimiento está transformando los requisitos del mercado laboral a lo largo y ancho del orbe[…] está imponiendo nuevas exigencias a los ciudadanos, que necesitan más habilidades y conocimientos para poder desempeñarse en su vida cotidiana” (BM, 2003). Pero desde esta concepción educativa, la vida cotidiana parece reducirse al trabajo, a la economía, al capital. De esta manera, el Banco Mundial impone una serie de condiciones para otorgar financiamiento en el ámbito educativo. El objetivo principal es la formación de capital humano, tal es este hecho que el ex presidente Vicente Fox aseguró en una conferencia realizada en Monterrey que “el comercio sin duda promueve la reducción de la pobreza y la formación de capital humano”.(2004)
Entonces, el análisis de los discursos que emanan de las organizaciones neoliberales puede dar cuenta de cuál es el arquetipo de sujeto que se pretende formar en la escuela. Un ser adaptable a las condiciones laborales que hoy en día se tienen, es decir, un sujeto que agradece que aunque no tenga un puesto fijo, aunque tenga que trabajar horas extra para que no le ganen el lugar, aunque no tenga la posibilidad de acumular antigüedad laboral, aunque no tenga el respaldo de un colectivo de trabajadores cuando se le trate injustamente, por lo menos le dan trabajo. Un sujeto transformado en objeto, en mano de obra, en recurso humano.
Para poder formar sujetos que se ajusten al arquetipo buscado por el neoliberalismo, es necesario tomar el control del sistema educativo. Pero dicha proeza no es cosa fácil. Se necesita controlar todo un campo de saberes como las ideologías, teorías, textos, dogmas, etc. que permitan someter al sujeto, que permitan fabricar un ser que piense, viva y sienta como los dueños del capital quieren que piense. Robert Dufour detalla: “<<educación>> nunca es otra cosa que lo fue institucionalmente establecido con respecto al tipo de sumisión que había que inculcar para producir sujetos” (2007). Mientras más institucionalizada se encuentra la educación, mayor es el grado de opresión, y los conocimientos instituyentes difícilmente entran en diálogo con el conocimiento formado para la sumisión del pueblo.
A lo largo de la historia del mundo occidental, la escuela ha sido un poderoso instrumento para moldear cabezas. Prácticamente en todos los sistemas político-económicos, figura la institución educativa como un espacio para reproducir el estado de las cosas. Sin embargo, en este nuevo mundo posmoderno existe una diferencia abismal. La razón es que ya no es el gobierno quien encabeza el control de la educación, ahora es el mercado el que dicta las órdenes del juego. El mercado (controlado por unos cuantos) es quien establece las pautas para considerar qué es una educación de calidad y qué no lo es, mientras que el Estado se somete a las leyes del mercado y funge como mediador entre la escuela y la empresa. De ahí que los organismos económicos internacionales promuevan el enfoque por competencias. Pero, ¿Qué atractivo puede tener este nuevo enfoque para el mercado? Para responder a la pregunta es necesario fijar cuales son los objetivos que pretende la pedagogía por competencias. 
El nuevo modelo educativo por competencias concibe la competencia como la facultad de movilizar un conjunto de recursos cognoscitivos (conocimientos, capacidades, información, etc.) para enfrentar con pertinencia y eficacia a una familia de situaciones. De esta manera, cuando se desarrollan múltiples competencias, la posibilidad de solucionar problemas que se presentan en la vida cotidiana se amplía, permitiendo alcanzar una vida personal, familiar y social plena (Perrenoud,2000). Sin embargo, en un mundo donde se le apuesta al mercado laboral, el desarrollo de competencias se liga a la calidad del capital humano.
“ […] Dado que nuestra sociedad permite que las culturas corporativas reduzcan las metas de la educación a los requerimientos pragmáticos del mercado y, por tanto, se forma a los estudiantes para que sean trabajadores sumisos, consumidores expectantes y ciudadanos pasivos” (Chomsky, 2007; 11)
En este sentido, la pedagogía por competencias busca desarraigar el nivel teórico del conocimiento para enfatizar más al práctico y funcional. “Los para qué y para quién del conocimiento quedan casi fuera de debate, limitándose el trabajo […] a los cómo, a construir conocimiento operativo, instrumental, que busca medios para atender fines que no se discuten” (Gabriel Kaplun 2004; 2). Es decir, que el estado de cosas muy difícilmente se cuestiona, los sujetos asumen dogmas, paradigmas y lógicas de pensamiento, y desde ahí se construyen conocimientos. Por ello, las empresas celebran este enfoque, ya que el sujeto no cuestiona el para qué, únicamente se remite a trabajar en su área desde donde se encuentre capacitado y se mantiene flexible a cualquier situación laboral que se presente y en constante aprendizaje para lograr mejorar la calidad en el producto que desarrolle.
Tal es la presión que impone el mercado, que en el año 2000 se plantean en México las normas ISO 9000 para la calidad educativa, donde la institución educativa es la empresa y los estudiantes son los clientes, la educación entra en la lógica de la compra-venta, y tiene que acatar las reglas del mercado si es que desea certificación para entrar en el gran juego mundial de la competencia por el capital.
Los jóvenes mexicanos no ignoran estos acontecimientos, los jóvenes conocen muy bien la dinámica del capitalismo, saben cuál es la fórmula para llegar al éxito, entienden las reglas del mercado, comprenden que el mundo se ha transformado en cosa, y todo puede ser vendible y consumible, porque se percibe en la casa, con la familia, con los amigos, en las calles, en la escuela, en la vida cotidiana. Los jóvenes mexicanos saben que para competir en este mundo se necesita dinero, se necesita capital y existen muchas maneras de conseguirlo. Por eso, no es extraño que algunos jóvenes deserten de las escuelas de educación básica para buscar fortuna en los Estados Unidos, que la necesidad de encontrar un empleo a más temprana edad para ayudar al sostenimiento de la familia es mucho más urgente que recibir educación, que prefieran alistarse a las filas del mercado de las drogas, ese mercado ilegal que al fin de cuentas entra en la dinámica de compra-venta, que escogen adherirse al mercado negro, donde el tráfico de personas reditúa grandes cantidades de dinero, que respiren y se contagien de un ambiente de frustración por no saber a qué trabajo dedicarse que pueda solventar los gastos que una era de consumo exige. Muchos de los jóvenes mexicanos que desertan debido a la economía entienden que aunque terminen la secundaria van a trabajar para la maquiladora, para las industrias, para wal-mart, para la coca.
Todavía en las escuelas es muy común escuchar a los estudiantes decir que el dinero se encuentra en otros lares, fuera de la comunidad en la que viven. Para dar cuenta de ello, sólo es necesario escuchar un sinfín de casos que maestros han contado de boca en boca, en el quehacer cotidiano, acerca de estudiantes que prefieren ingresar al mercado laboral antes que permanecer sin ganar un solo peso en la escuela. La anécdota más reciente y sobrecogedora es la que redacta la agencia de noticias Reuters, quien afirma que los niños quieren ser narcos porque “los narcos hacen mucho dinero y no les pasa nada” (2010). Para ser narco no hay que estudiar, al menos que se quiera ser competente para contender con las empresas oponentes del mercado ilegal. Otro de los pensamientos que se escucha en el corredor de la institución educativa (sobre todo de aquellos lugares donde hay un flujo constante de migrantes), es que los jóvenes prefieren desertar de la escuela, salir de sus tierras y trabajar en los Estados Unidos, pues son testigos de que exponer la vida para llegar al “otro lado” vale la pena, porque se gana bien y se sufre menos.
Así, algunos jóvenes entran dentro del arquetipo ideal de sujeto, terminen la escuela o no, ya que asumen que las cosas son así y que si el principal motor para entrar en el juego es el capital, pues hay muchos caminos para hacerse de él. Al final, todos competimos entre todos, dice el discurso del “libre mercado”.
La tarea que el “libre mercado” impone a la institución educativa es preparar a los jóvenes para que tengan un “lugarcito” en el juego mundial, a sabiendas que los ganadores del juego ya están nombrados, ya se sabe quiénes son, y es muy difícil quitarles el lugar, pero no imposible. Paulo Freire expone que “la gran tarea humanística e histórica de los oprimidos es liberarse a sí mismos y liberar a los opresores” (1970; 41). Para llevar a cabo dicha labor, es necesario cuestionar el estado de las cosas, ya que mientras más institucionalizado se encuentra más es la opresión que ejercen. 
La educación está controlada y cohesionada por los dueños del capital. Ahora, lo que sigue es liberarse del “libre mercado, el enemigo de la libertad” (Galeano; 2011). La propuesta es remontarse a aquella pedagogía que en los años setentas estuvo al margen de la institución educativa y que ahora se discute en las aulas como una bonita retórica para dialogar, pero que muy pocas veces se lleva a la práctica. Me refiero a la pedagogía liberadora, aquella que por medio del diálogo se oficia el encuentro de hombres que pronuncian el mundo en un acto creador, donde se pretende la conquista colectiva del mundo para la liberación de los hombres. Esta pedagogía humaniza a los sujetos, porque permite el diálogo de los hombres y la consciencia del mundo. Porque aspira a la liberación de los oprimidos por los capitalistas, porque reconoce en cada pueblo una identidad cultural, una identidad nacional que los diferencia del resto pero que proyecta la liberación para todos.
“La obligación de cualquier maestro es ayudar a estudiantes a descubrir la verdad por sí mismos, sin eliminar por tanto, la información y las ideas que puedan resultar embarazosas para los más ricos y poderosos: los que crean, diseñan e imponen la política escolar.” (Chomsky. 2007; 29)
BIBLIOGRAFÍA
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  • Chomsky Noam: La (des) educación, Barcelona, 2000.
  • Doufour Robert: El arte de reducir cabezas, Paidós, Argentina, 2007
  • Freire, Paulo: Pedagogía del oprimido, Uruguay, 1970.
  • McLuhan, M., Power S, B. R.: La aldea global, Gedisa, Barcelona, 1989.
  • Phillipe Perrenoud:Texto original de una entrevista "El Arte de Construir Competencias" original en portugués en Nova Escola (Brasil), Septiembre 2000.
BILIOGRAFÍA GRIS

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